En conmemoración al día internacional de los Derechos Humanos

En conmemoración al día internacional de
los Derechos Humanos
10
de Diciembre 2015
Descubrir
el tiempo que nos toca, el tiempo en que nos encontramos, es definitivamente
reconocer y apreciar la historia que cada una, cada uno, hemos vivido y
construido en medio de aprendizajes y luchas, de alegrías y sufrimientos, de
encuentros y desencuentros que nos han fortalecido para llegar hasta aquí, o
hasta allá, a esos lugares cercanos o
lejanos, recónditos. Son recónditos, porque a quienes los habitan no les llega
el reconocimiento de sus derechos fundamentales aún, cuando constituyen el Estado
Social de Derecho y Democrático en Colombia; porque no les llega la oportunidad
de tener una educación, un trabajo y una vida digna; porque no les llega la luz
ni la “reparación”; o un día de sosiego,
en el que no transite por las calles y las selvas el miedo ante la muerte. La
muerte que se apodera de la vida y los recursos naturales.
El
tejido de una historia personal que marcada por el desamor se traduce en
egoísmo, individualismo, despojo de la vida y de los territorios; se ha venido
articulando a un telar de acontecimientos sociales, políticos, económicos, culturales
y ambientales; que se han impuesto
históricamente de manera violenta para plasmar la realidad de una sociedad
víctima a la condenación de un tiempo eterno de miserias. Más sin embargo,
quienes creemos en la vida, estamos convencidas/os de que ha sido más bueno el
fruto del tiempo que hemos invertido para que germinen procesos organizativos
en las familias, comunidades y sociedad en general, con gestos de humanidad y
solidaridad. Con gestos que se definen en nuestro quehacer diario por la
defensa de la vida digna, por la defensa de los derechos humanos.
Esa
opción entrañable por los derechos humanos, como titulara a uno de sus
ejemplares el Sacerdote Jesuita, promotor y defensor de los DDHH, Luis Pérez Aguirre; reafirma en nuestro sentido de fe y razón de
ser como Pastoral Social Regional, la
necesidad de comprometernos aún más por vivir de una manera autentica -a la
manera de Jesús- la praxis del Evangelio.
Por lo que hoy, en medio de la crisis humanitaria y ecológica, social, política
y económica que evidenciamos en la mayoría de municipios de la región de la
Orinoquia y Amazonía que acompañamos y nos acompañan; creemos en la posibilidad
de aportar desde nuestro trabajo por la construcción de un mundo digno, en paz,
y como muchas/os de ustedes nos vienen diciendo, con “justicia
socio-ambiental”.
Al
menos, a eso creemos que nos sigue llamando Dios a la luz del mensaje que nos
transmite el Papa Francisco en su encíclica del Laudato Si´ sobre El Cuidado de
la Casa Común que, nos inquieta profundamente cuando dice que «un crimen contra
la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios».
El
tener este tiempo que es, aquí y ahora, con la oportunidad de hacer y construir
un mundo real en donde se respete en medio de la diversidad la vida; siendo capaces
de reconocer la dignidad de todas y todos, y del mismo ambiente; nos confirma
la esperanza siempre habida.
Sí,
tenemos un tiempo y una historia común en que las miserias materiales y
espirituales, propias o de quienes nos rodean, nos hablan de un pueblo
confrontado en medio de adversidades, desigualdades e injusticias sociales, al
que le urge la esperanza de un alimento
digno. Un alimento que llene el alma y el cuerpo. Pero también, tenemos un
tiempo y una historia común que nos grita, llama y encuentra, con la esperanza. La esperanza de un Dios que es amor
y misericordia.
La
esperanza de un Dios humanizado que contempla la miseria de nuestra
indiferencia y nuestro silencio ante las injusticias sociales, con los ojos de
las víctimas.
A
las víctimas que ustedes y nosotros conocemos, son a quienes hoy conmemoramos y traemos aquí con
un pensamiento, una palabra, un deseo y
compromiso fraterno por seguir exigiendo
respeto y garantías por los derechos humanos.
Este,
es el momento de la esperanza. La
esperanza que nos motiva a dar Gracias a Dios que nos regala hoy el aliento y
las fuerzas para permanecer y defender, siempre, la vida. Gracias a todas las
víctimas anónimas de nuestra historia,
que en silencio e invisibles resistieron y muchos/as cayeron; a quienes ni
ustedes ni yo, ni nadie conoció. Y, gracias a todas y todos ustedes que, queriendo o sin querer, viven a la manera de Jesús quién optó por los
empobrecidos del mundo para sanar,
liberar y hacer justicia a su pueblo oprimido.
Pastoral
Social Regional.
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