La Regional Suroriente Colombiano, está conformada por los departamentos del Meta, Vichada, Vaupés, Guainía, Guaviare y Amazonas; los que cuentan con una extensión total de 512.576 Km 2. Lo que representa el 42% del territorio nacional. Es una región potencialmente rica, por la abundancia de reservas y recursos naturales compuestos por la gran biodiversidad existente en su geografía, mayoritariamente, es un territorio rural; y una buena parte de sus zonas rurales, nunca se han reconocido o documentado.
Se tiene estimado, según las proyecciones del censo 2010, que a lo largo de la extensión de estos departamentos, habita una población aproximada de 1.305.957 personas; menos del 3% de la población total del país, muchos han migrado desde otras zonas, pero en su gran mayoría son personas nativas, oriundos de su territorio. Oficialmente, existe un pobre reconocimiento de la población indígena; y organizaciones que actúan en la zona, tienen estimado que existan cerca de 70 comunidades indígenas; entre los más destacados los Nukak Maku y Miriti-Paraná.
La cifra de desplazamiento forzado es igualmente elevada, especialmente en los departamentos del Guaviare y Caquetá y la migración de los mismos, se intensifica hacia el departamento del Meta; donde Según el informe “Tendencias globales 2006” de la ACNUR Villavicencio, en el departamento del Meta hay 100.000 mil desplazados internos; y tan solo en el 2005 se registraron cerca de 25.000 nuevas víctimas migrantes de otras zonas del país.
La presencia y operación de grupos al margen de la ley, es un indicador que llama mucho la atención, y especialmente, porque uno de los primeros territorios en los que históricamente se negoció el fin del conflicto y actividades bélicas, fueron los llanos orientales; lo que le dio a la región una esperanza de paz duradera. No obstante fuerzas paramilitares y guerrilleras décadas más tarde, aún actúan y toman fuerza en sus actuaciones bélicas y terroristas.
Por tratarse de departamentos muy ricos en recursos naturales, ha sido un foco permanente para la explotación minera y agroindustrial, petroleras, madereras, monocultivos, entre otras; y frente a todas estas dificultades, la presencia del estado, que bastante insuficiente, deja rezagar el desarrollo de las zonas más complejas de la región.
En medio, las comunidades rurales, campesinas e indígenas que buscan ser representadas, y tenidas en cuenta para la reparación, verdadera inclusión en planes de desarrollo rural y exigibilidad de derechos humanos. Necesita de la buena voluntad y el trabajo de todos. La pastoral social acompaña a estas comunidades, y busca en el marco de su incidencia, velar por las necesidades de los más desfavorecidos.